21 mayo, 2012

La Gran Hambruna irlandesa de 1845-1851: patatas, muerte y emigración

Irlanda, verano de 1850. Pongamos donde pongamos el dedo en el mapa de la isla esmeralda encontraremos casas vacías, cementerios con cartel de no hay billetes y muelles abarrotados de irlandeses deseosos de huir de un último lustro atroz. ¿Cómo es posible que la isla perdiera más de un 20% de sus habitantes en apenas cinco años? ¿Cómo se llegó a esa situación? ¿Qué consecuencias tuvo?

1.- Tierras e hijos, la riqueza de Irlanda

A principios del s.XIX, Irlanda sigue siendo uno de los países más pobres de Europa occidental. Está sometida a Inglaterra en lo político y en lo económico, con una producción marcadamente agrícola, tributaria de grandes propietarios absentistas. Sin embargo los matrimonios irlandeses funcionan a toda máquina: en apenas dos siglos, Irlanda ha pasado de apenas 2 millones de habitantes a más de 8 en vísperas de la Gran Hambruna. Todo ello a pesar de varias crisis de subsistencia más o menos importantes (como la hambruna de 1740), de los inicios del proceso migratorio que había llevado a cerca de 1,5 millones de irlandeses hasta Inglaterra y Norteamérica entre 1800 y 1845, y de un desarrollo industrial mínimo, localizado sólo en determinadas áreas del noreste de la isla.

Hola, soy Cromwell.
Haber elegido susto.
¿Por qué ese acelerado crecimiento demográfico? Hay muchos factores implicados, pero es la transformación del modelo productivo y propietario el que origina todo. Después de que Cromwell conquiste Irlanda, se producen una serie de profundos cambios en la isla: los católicos y presbiterianos irlandeses pierden muchos de sus derechos (oficios, educación, representación parlamentaria...), en beneficio de la nueva clase dominante anglicana, y pasan de poseer un 60 % de la tierra a tan sólo un 8 % en apenas una centuria. Desde mediados del siglo XVIII el incremento de la demanda de cereales y ganado por parte de Inglaterra, embarcada en un desarrollo industrial sin precedentes (y más tarde en las guerras napoleónicas), hace que se roturen nuevas tierras a base de desecar humedales y poner en labor suelos de baja calidad, especialmente en el oeste de la isla.

El sistema agrario, a grandes rasgos, funcionaba de la siguiente manera: los terratenientes (por lo general nobles o burgueses de origen inglés o anglo-irlandés) y los grandes propietarios alquilaban sus tierras mediante contratos de larga duración a un intermediario (middleman), desentendiéndose bastante de lo que sucedía en sus tierras mientras les llegara el dinero del alquiler a final de año.

Los intermediarios normalmente dividían las tierras en lotes y los arrendaban para poder pagar el contrato y darse algún capricho. Normalmente esos lotes no generaban la suficiente riqueza como para que una familia campesina pagara la renta y, además, alimentara a sus miembros, lo que provocaba que fueran de nuevo subdivididas y subarrendadas. Cuanto más descendamos en este juego de arrendamientos, más duras serán las condiciones de vida de los renteros. Engels, en su obra sobre La situación de la clase obrera de Inglaterra (1845) describía los problemas a los que se enfrentaban:

"(...) en Irlanda vemos las consecuencias de la parcelación de las tierras. La gran mayoría de la población irlandesa se compone de pequeños agricultores que han arrendado una miserable cabaña de argamasa de barro y paja sin ningún tabique interior y un pequeño sembrado de patatas que es estrictamente lo justo para procurarles el mínimo de alimentación para el invierno. Dada la competencia feroz entre esos pequeños agricultores, el precio del arrendamiento ha alcanzado un nivel inaudito: el doble, el triple,  el cuádruplo del vigente en Inglaterra. Porque todo jornalero busca convertirse en arrendatario, y aunque la división de las tierras ya es muy considerable, todavía hay un gran número de jornaleros que quieren arrendar."


Un huerto con el que sobrevivir o Back to the future in Spain . [Fuente]

Señalábamos cómo la superficie de las parcelas arrendadas solía ser insuficiente para que al plantarla de cereales permitiera una cosecha con la que alimentar a la familia todo el año.[1] Aquí es cuando entra en juego la patata: su valor nutritivo y su productividad  son muy altos, hasta el punto de que un acre de tierra bastaba para alimentar a una familia de seis personas durante buena parte del año. Siempre que fuera un buen año, claro: "(...) the peasant can live... if his crop does not fail; and he can pay his rent, if his pig, fed like himself out of his garden, does not die" [2]. Puedes trabajar la tierra del dueño para que se forre a base de vender cerales mientras tú y los tuyos malvivís a base de patatas. Un futuro glorioso para ti, tu esposa, y la horda de pelirrojos que vais a encargar pronto. No te lo pienses, chaval.
 
"[A los campesinos irlandeses] en circunstancias normales, el jornal obtenido por su trabajo no les permite, por sí solo, comprar comida y otras necesidades, ni pagar siquiera la renta más moderada.  Es necesario que recurran a otros medios para garantizarse la subsistencia, y ésto sólo es posible si trabajan un pequeño terreno que les proporcione una cosecha de patatas con la que alimentarse." [3]
  
El kit del matrimonio básico era barato: una sencilla casa de barro y cuatro cacharros; el problema tradicional había sido conseguir una parcela en la que cultivar algo para comer. Desde mediados del s.XVIII, el laboreo de nuevas tierras, su fragmentación en pequeñas propiedades subarrendadas y la introducción de la patata como monocultivo capaz de sostener a una familia aún plantando superficies pequeñas, permite el acceso a esas tierras por parte de matrimonios jóvenes.

Con bastante frecuencia la labor agrícola era necesariamente completada con trabajos estacionales, sobre todo en Inglaterra y Escocia, que eran una ayuda para pagar la renta y comprar comida cuando la última cosecha de patatas se había agotado.

"Cuando en la primavera llega el momento en que la reserva se agota o resulta no apta para el consumo humano, porque las patatas comienzan a germinar, la mujer sale con sus hijos a mendigar por toda la región, caldero en mano, mientras que el marido, una vez terminada la siembra, busca trabajo en el propio país o en Inglaterra y vuelve a su familia en la época de la cosecha." [Fuente]

Disraeli, quien años más tarde se convertiría en Primer Ministro británico, caracterizó Irlanda en 1844 como "una población hambrienta, una aristocracia absentista, una Iglesia extranjera y, además, el poder ejecutivo más débil del mundo." Una joya, vamos. Se llevaron a cabo varias investigaciones sobre el problema de la pobreza en Irlanda (Royal Commission for inquiring into the condition of the poorer classes in Ireland, 1833-1836), llegando a la conclusión de que la una salida era la creación de hospicios-taller (workhouses) donde los pobres trabajarían durante diez horas diarias a cambio de comida y alojamiento. Se iniciaron las obras de 130 de estos centros, con capacidad para unas 100.000 personas en total. Como veremos, estas instituciones tendrán un papel importante durante la Gran Hambruna. También se trató de fomentar la emigración, tanto a Inglaterra como a los EE.UU para aliviar las zonas sobresaturadas de población.

"It would be impossible adequately to describe the privations which they [Irish labourer and his family] habitually and silently endure . . . in many districts their only food is the potato,  their only beverage water . . . their cabins are seldom a protection against the weather...  a bed or a blanket is a rare luxury . . . and nearly in all their pig and a manure heap constitute their only property." [Fuente]


Típica workhouse. Dormitorios, aulas, almacenes y cocinas en el edificio central (A); la enfermería en el de atrás (B); en el edificio transversal que los une (C) se hallaban los comedores y los baños. Mucho espacio al aire libre para trabajar, y para acoger a los necesitados mientras esperaban la revisión médica, el plato de comida o el visto bueno para ingresar. [Fuente p.345 y ss.]


En el importante censo irlandés de 1841 se contabilizan cerca de 1.300.000 viviendas en Irlanda, de las que casi medio millón corresponden a la categoría de "4ª Clase", que engloba a todas aquellas cabañas hechas de barro, con una sola habitación, sin ventanas y, generalmente, sin chimenea. Más o menos un 35 % de los hogares irlandeses era así. Estamos hablando de una isla que estaba a tiro de piedra del país con el mayor desarrollo económico del momento; de una isla que, de hecho, era una provincia más del Reino Unido pero que nunca pasó de ser la primera de sus colonias.

Niveles de pobreza en Irlanda (1841) a partir de la alfabetización y la categoría de las viviendas. [Fuente]


2.- Y de beber, patatas

La patata se conocía en Irlanda desde finales del s.XVI, sin embargo no será hasta la segunda mitad del s.XVIII cuando tenga un peso específico en la agricultura y la alimentación de los irlandeses. Es fácil de cultivar, se daba bien en las tierras irlandesas (incluso en las más pobres) y un barril de 280 libras (≈ 127 kg) permite que una familia de 5 miembros se alimente sin problemas durante una semana. En aquellas zonas donde este cultivo es predominante, la dieta se basaba casi exclusivamente en unos 5-6 kg de patatas y un tazón de leche diarios por persona. Eso son unas 3800 calorías diarias, que es más de lo actualmente recomendado para un adulto con actividad física intensa.

Es cierto que no es una gastronomía variada, ni tiene un toque de perejil, ni deconstrucciones aromáticas, y no lo veo como menú de un restaurante de la Guía Michelin, pero aporta las proteínas, vitaminas y minerales necesarios para seguir vivo, que no es poco. Sin embargo tiene dos graves problemas: a diferencia del grano, la patata no puede conservarse más de 8 o 9 meses, antes de que empiece a pudrirse; y su volumen hacía que fuera relativamente costoso el transporte a media y larga distancia para su comercio, lo que conllevó que se utilizara como alimento de autoabastecimiento, salvo en las áreas cercanas a las ciudades y puertos importantes, como Dublín, Cork o Belfast. En la década de 1830 aproximadamente el 70% de la población irlandesa vivía directamente de la agricultura; de ellos, la mitad (casi 3 millones de personas) dependía de la patata como su principal fuente de alimento, sobre todo en las provincias occidentales de la isla.

Potatoes, potatoes everywhere... [Fuente]

En resumen, desde el punto de vista nutritivo la dieta a base de patatas era suficiente, además de ser un cultivo relativamente sencillo y apto para casi cualquier suelo, pero era necesario sembrar todos los años y se había convertido en la única vía de alimentación de demasiada gente. A mediados del s.XIX, aproximadamente 2/3 de los campesinos irlandeses tenían una propiedad arrendada inferior a los 15 acres (6,5 ha). Esa superficie, normalmente tierras desechadas por su baja calidad, no proporcinaba el trigo o el maíz necesarios para alimentar a las familias durante todo un año, pero sí permitía sembrar patatas y, dado su alto rendimiento calórico, conseguir soplar las velas 365 días más tarde. Mientras las buenas tierras se dedicaban a la cría de ganado (mayoritariamente exportado a Inglaterra) y al cultivo de cereales (también para Inglaterra), los campesinos irlandeses se mantenían con vida gracias al monocultivo de la patata.


3.- Futuro marrón oscuro casi negro

Parece que el Phytophthora infestans, un hongo conocido como tizón tardío, mildiu o añublo, comenzó su periplo en centroamérica, pasando a Norteamérica en 1843 y de ahí a Europa, merced a los numerosos viajes marítimos de pasajeros y mercancías entre ambos continentes. En junio de 1845 se detectó en Bélgica y Francia; a finales de agosto ya había amplias zonas de la costa sur de Irlanda cuyas plantaciones de patatas estaban afectadas. Aunque fueron meses complicados (se arruinó aproximadamente un tercio de la cosecha), el hambre no llegó hasta el invierno, cuando la escasez  provocó que los precios de las patatas se duplicaran. Se superó este primer golpe vendiendo los animales que completaban la economía campesina, sobre todo cerdos o gallinas, o pidiendo préstamos (con intereses por las nubes, como es fácil de imaginar). Inicialmente, el Gobierno británico decidió inhibirse, pensando que se trataría de una más de esas pequeñas crisis agrícolas que afectaban a Irlanda de cuando en cuando (16 veces entre 1800 y 1845, por ejemplo).

Patata afectada por Phytophthora infestans. [Fuente]
 
En primavera de 1846 se volvió a sembrar, confiando en que la nueva cosecha hiciera olvidar las estrecheces de los meses anteriores. Error. A finales de verano el hedor de las patatas pudriéndose cubría buena parte de los campos irlandeses. Esta vez sí intervino el gobierno británico y creó una Comisión para estudiar el problema. El pudrimiento de las patatas se achacó a la humedad, sin que pudieran proponer ningún remedio [4]. En otros niveles el problema de la patata se atribuyó al habitual castigo divino, a la electricidad estática que provocaba el ferrocarril, a vapores malignos de volcanes en el interior de la tierra... (y a la herencia recibida).

Sin embargo, la Comisión sí sugirió la revocación de las Corn Laws de 1815, eliminando con ello los aranceles que penalizaban la importación de trigo y otros cereales en el Reino Unido. El Primer Ministro, Sir Robert Peel, aceptó la propuesta (lo que le acabaría costando el cargo en junio), y se importó maíz desde Norteamérica medio a escondidas. Sin embargo los resultados no fueron los esperados: la cantidad de maíz fue insuficiente, los precios eran demasiado altos para que los más necesitados pudieran comprarlo y, además, la deficitaria estructura molinera de Irlanda y la desesperación hicieron que mucha gente se comiera el grano crudo, sin moler ni cocer, provocando problemas intestinales graves.

Bofetadas en Cork para comprar un poco de maíz (1846)

Otra de las medidas tomadas desde Whitehall fue poner en marcha un auténtico Plan-E, potenciando obras públicas (calzadas, ferrocarriles y canales) con las que pagar salarios semanales que permitieran la compra de alimentos. Se llegó a emplear a más de 700.000 personas en esos trabajos, pero el dinero a repartir era tan exiguo que no compensaba el esfuerzo físico realizado con respecto a la comida que se podía comprar con el salario recibido.

Buena parte de los parlamentarios ingleses y de los terratenientes pensaban que no merecía la pena perder el tiempo con los campesinos irlandeses: habían cultivado patatas por encima de sus posibilidades y se lo habían jugado todo a la carta del monocultivo del ladrillo tubérculo. Si ahora se morían de hambre era su problema, el Parlamento no tenía nada que ver con eso. A todo ello hemos de añadir la fuerza que tenían las teorías económicas del liberalismo, aceptándose que era inútil, incluso contraproducente, que los gobiernos intervinieran en la economía de las naciones. Laissez faire... todo volverá a su cauce, estamos refundando el capitalismo, la mano invisible del mercado... yatusabes. Preocupaba el hecho de que la provisión de alimentos a gran escala entre la población conllevara un desajuste brutal en los precios, lo que supondría importantes pérdidas a los terratenientes y comerciantes que el Gobierno inglés no estaba dispuesto ni a provocar, ni a asumir. Se llegó a defender la idea de que, bueno, estos ajustes demográficos permitirían la reestructuración del sistema productivo irlandés y, a la larga, sería beneficioso para la isla, pues dejarían atrás la patatadependencia y se ajustarían los niveles de demanda de mano de obra y población. Algo que ya había vaticinado Malthus, a su manera, cuarenta años antes:

“The land in Ireland is infinitely more peopled than in England; 
and to give full effect to the natural resources of the country, 
a great part of the population should be swept from the soil.”

A pesar de la carestía existente, se siguió exportando desde Irlanda una cantidad ingente de productos a Inglaterra: los precios y el volumen de ventas que conseguían en los mercados ingleses eran bastante superiores a los que podían alcanzar en Irlanda. Como los campesinos no podían pagar sus rentas, eran desahuciados y obligados a abandonar sus cabañas y sus tierras, provocando un goteo incesante de desharrapados que llegaban a las principales ciudades irlandesas en busca de trabajo, comida, beneficiencia, lo que supuso el caldo de cultivo idóneo para la aparición y contagio de enfermedades como el cólera, la disentería, el tifus o el escorbuto (que antes apenas se conocía dada la alta presencia de vitamina C en las patatas).

La Comisión de Auxilio para Irlanda (Relief Commission), dirigida por Charles Trevelyan [5], calculó que cerca de 4 millones de personas iban a necesitar ayuda directa en el verano de 1846. Otra cosa muy diferente es que el Gobierno británico, ahora dirigido por John Russell, fuera a hacer esfuerzos extraordinarios para proporcionarla. Lo que sí proporcionó inmediatamente fueron tropas que protegieran los envíos de productos irlandeses desde los puertos, ante las primeras revueltas violentas que se estaban produciendo.

Octubre, 1846. Protestando por el envío de comida a Inglaterra en el puerto de Dungarvan [Fuente]

El hambre y, sobre todo, las enfermedades que afectaban a los cuerpos malnutridos, provocaron decenas de muertes cada día en medio de uno de los inviernos más duros (1846-1847) que se recordaban en Irlanda. Los cadáveres se enterraban apenas a un palmo de profundidad, las cunetas acogían los cuerpos de los que murieron caminando hacia ninguna parte, y había chozas en las que miembros de una misma familia, demasiado débiles para moverse, compartían espacio con los cadáveres de su padres o de sus hijos. Los médicos y religiosos que trataban de aliviar a los enfermos no daban abasto, convirtiendo los hospitales, casas de socorro y conventos en auténticas morgues.

Una limosna para pagar un ataud. Febrero, 1847. [Fuente]

A pesar de que la cosecha de patatas fue relativamente buena en 1847, se había plantado muy poco, y se calcula que sólo se obtuvo una cuarta parte del volumen habitual. La situación había adquirido tal gravedad que el Gobierno británico hubo de desdecirse de nuevo. En la primavera de 1847 canceló el plan de obras públicas y abogó por el reparto directo y gratuito de sopa a través de comedores gestionados por grupos de auxilio local, sobre todo religiosos (los cuáqueros jugaron un papel destacado), y financiados merced a los donativos de comerciantes ingleses y a las tasas impuestas a propietarios y comerciantes locales (Soup Kitchen Act de 1847). No pocos de estos comerciantes acabaron también teniendo que recurrir a los comedores sociales por la ruina de sus negocios. Estos repartos de sopa fueron una medida temporal, vigente sólo hasta la cosecha de ese mismo año y, en principio, estaba limitada a las familias más pobres con propiedades inferiores a 1/4 de acre. Visto de otra manera, si se solicitaba auxilio en una workhouse, o en los comedores sociales, necesariamente había que devolver a su dueño la propiedad arrendada si ésta sobrepasaba el cuarto de acre, pasando a depender exclusivamente del Auxilio Irlandés para la alimentación y el amparo, si los hubiera.

Pidiendo asilo en una workhouse. [Fuente]

4.- Con una mano delante y otra detrás

Una de las pocas opciones que les quedaban a los campesinos irlandeses era salir de la isla, bien gracias a algo de dinero guardado o pedido prestado, bien gracias a que el terrateniente les pagara el pasaje a cambio de que se largaran de sus tierras (evitando las incomodidades formales de tener que denunciar a la familia ante un juez en el caso de los desahucios). EE.UU. era el destino más buscado, pero también hubo muchos traslados hacia Canadá dado que era un pasaje más barato (entre un 20 y un 50 % menos) y podía servir de puente hacia los EE.UU más tarde. La demanda fue tan alta que se utilizaron todo tipo de barcos para el transporte, hacinando a los emigrantes en su interior. Los servicios sanitarios portuarios de Quebec, situados en La Grosse-Île, se vieron sobrepasados, lo que provocaba que los barcos esperaran hasta dos y tres semanas en la bahía de San Lorenzo en una cuarentena obligada que no hacía sino facilitar el contagio por tifus a bordo. Los cadáveres eran directamente arrojados por la borda. Aproximadamente un 20 % de los 100.000 emigrantes irlandeses hacia Canadá de 1847 murieron en algún momento del viaje en los buques-ataúd o inmediatamente después de su desembarco. Los irlandeses que optaron por un viaje más corto, con Liverpool y Glasgow como puertos principales de desembarque en Gran Bretaña, fueron alimentados y acogidos en un primer momento, pero pronto el volumen de inmigrantes era tan alto que las autoridades locales solicitaron medidas al Gobierno, que firmó una ley permitiendo la deportación de aquellos irlandeses que no tuvieran medios propios para subsistir... eufemismo para repatriar a casi todos.

En cualquier caso los inmigrantes irlandeses en Inglaterra no habían sido bien vistos ni siquiera en épocas mejores, y tardarían muchos años en conseguirlo: "Sus salarios eran los más bajos que se pagaban, vivían en los peores barrios, y los ingleses y escoceses les depreciaban como a semibárbaros, desconfiaban de ellos por ser católicos y les odiaban por constituir una mano de obra depreciadora de sus salarios." [6]


5.- La luz al final del túnel... ¡el tren!

El 8 de junio de 1847, y quizá con la idea de que lo peor ya había pasado, el Parlamento británico promulgó la Irish Poor Law Extension Act, con la que señalaba directamente a los propietarios irlandeses como culpables de la situación, además de hacerlos cargar con su coste económico y obligándolos a recaudar unos 10 millones de libras con los que alimentar a los hambrientos. Con el sistema agrario paralizado, sin apenas mano de obra útil y con las redes comerciales destruidas, era imposible canalizar los recursos económicos o alimenticios que reactivaran el país. Por si fuera poco, Inglaterra estaba atravesando una importante crisis financiera provocada por las especulaciones en el mercado del trigo y con las acciones del ferrocarril. No habría ayuda económica hacia Irlanda; si los centros de acogida y alimentación o las atestadas workhouses querían seguir funcionando tendrían que financiarse con dinero irlandés. En éstas, con capacidad para 115.000 personas, vivían en ese momento unas 200.000, mientras que a las puertas mendigaban comida y atención médica otras 800.000 más. Denuncias, desahucios, incautaciones, extorsiones... todo servía para que los contribuyentes irlandeses pagaran.  A finales de año sólo se había conseguido recaudar cerca de 1 millón de libras.

Tres años de dificultades no parecían suficientes, así que el tizón también se llevó por delante la totalidad de la cosecha de 1848. Confiados en que este podía ser un año parecido al anterior, donde el hongo apenas había aparecido, muchas familias apostaron por la siembra de este año. Sus esperanzas se diluyeron como una patata podrida afectada por el Phytophthora infestans. El gobierno británico, atónito ante el hecho de que los irlandeses hubieran confiado de nuevo en la plantación de patatas como salvación (tampoco es que tuvieran muchas opciones...), y preocupados por los brotes nacionalistas que se habían producido, y con otras rebeliones no muy lejanas en la memoria, abandonaron Irlanda a su suerte ese invierno. El Primer Ministro reflejaba su indignación en febrero de 1849:

"We have subscribed, worked, visited, clothed, for the Irish, millions of money,  years of debate, etc., etc., etc. The only return is rebellion and calumny.  Let us not grant, lend, clothe, etc., any more, and see what that will do..."

El hongo volvió a afectar a la cosecha de 1849, aunque con menos virulencia que el año anterior, acompañado de un nuevo brote de cólera que afectó principalmente a las ciudades. La hambruna, como tal, fue controlándose poco a poco, gestionándose la ayuda desde las workhouses, sobre todo, al tiempo que la emigración (unas 200.000 personas al año entre 1848 y 1852) ayudaba a aliviar la saturación de demandantes de comida y auxilio médico.


6.- Vale, bien ¿ahora a quién le pasamos la factura?

Aceptando que una plaga es un fenómeno aleatorio e incontrolable (y más en pleno siglo XIX), el debate acerca del papel del Gobierno británico como responsable directo de la muerte y emigración de los irlandeses continua incluso hoy, con posturas más o menos oscilantes entre los que lo acusan de genocidio y aquellos que, aceptando algunos fallos, señalan que las doctrinas económicas de la época, la terrible magnitud de la tragedia y los deficiencias estructurales de Irlanda hicieron que la Gran Hambruna tuviera las consecuencias que tuvo.

Es cierto que, sobre todo a partir de la primavera de 1847 parece que Whitehall dejó a Irlanda a su suerte, apoyados en la defensa del liberalismo (y por tanto permitiendo la exportación de esos alimentos irlandeses que tanta falta hacían en la isla), del convencimiento de que era la estructura productiva irlandesa la que había provocado el problema y que era necesaria una profunda transformación socio-económica en Irlanda. En el continente, por ejemplo, hubo países que mantuvieron las exportaciones (Dinamarca, Holanda) y otros que tomaron medidas políticas más proteccionistas (Bélgica, Suecia, Prusia), tratando de limitar la salida de alimentos (sobre todo cereales) que eran necesarios entre la poblacion local. También es cierto que ninguno de los demás países europeos tenían la dependencia de la patata que tenía Irlanda. El único caso relativamente cercano eran las Highlands ecocesas, donde la hambruna también motivó un importante número de emigrantes transoceánicos durante ese lustro, pero que además contaba con importantes centros industriales en las Lowlands que absorbieron parte de los movimientos migratorios de la población más afectada, además de tener vías de comunicación más fáciles con las ciudades del norte de Inglaterra, que también acogieron a numerosos escoceses.


7.- El primer gran hundimiento del tigre celta: consecuencias

El censo de 1841 había recogido una población en Irlanda de 8,2 millones. Diez años más tarde esa cifra había retrocedido hasta los 6 ó 6,5. De haberse continuado con la tasa de crecimiento existente antes de la hambruna (casi un 1,3 % anual), Irlanda pasaría de los 9 millones de habitantes en el ecuador del siglo.

La emigración se mantuvo, perdiéndose buena parte de las generaciones jóvenes y de mediana edad, que buscaban una vida mejor en Norteamérica y Australia. A finales de siglo había más irlandeses (o descendientes de) en ciudades como Boston o Nueva York que en cualquiera de las ciudades irlandesas. Más cerca, en la vecina Liverpool, el 25 % de sus habitantes en 1851 habían nacido en Irlanda. En cualquier caso la distribución de la pérdida de población en Irlanda es muy desigual, con áreas terriblemente afectadas (en general todo el oeste de la isla, en particular los condados de Mayo, Roscommon y Sligo) y otras que aguantaron mejor el desastre (sobre todo el Ulster y, con matices, las áreas periurbanas de Dublín y Cork).

Variación (en %) de la población entre 1841 y 1851. [Fuente]

Esta catástrofe supuso el drástico final del particular régimen demográfico irlandés. El alto crecimiento que había permitido la patata se hundió debido a la desaparición de unos 2,5 millones de personas entre muertos y emigrantes, a las transformaciones en el sistema productivo agrícola y al retraso de la edad media del matrimonio y la defensa del celibato promovida por el clero y los grandes propietarios como principales cambios en el comportamiento social. En 1901, cincuenta años después de la catástrofe, Irlanda contaba con sólo 4,5 millones de habitantes.

Evolución demográfica de Irlanda. No hace falta explicar nada. [Fuente]

Ante la presencia de un cadáver reciente, aparecen los buitres. Las propiedades desahuciadas y embargadas, incluso los terrenos de terratenientes en bancarrota se subastaron, siendo adquiridas por especuladores británicos que subieron las rentas con el objetivo de expulsar a las familas que les estorbaban y poder crear latifundios destinados a la rentable ganadería. Entre 1849 y 1854 más de 50.000 familias fueron desahuciadas con este motivo.

Antes de la Gran Hambruna, las pequeñas propiedades (menos de 5 acres) suponían cerca de 45 % de las tierras destinadas a la agricultura. Ahora no llegaban al 15 %. Por su parte, aquellas parcelas superiores a 30 acres pasaron del 7 % al 26 %, creándose importantes latifundios. Si bien es cierto que paulatinamente se inició el camino de la propiedad agropecuaria moderna en Irlanda, con una granja familiar de cultivos variados y producción ganadera como unidad básica. Además, el procentaje de propietarios católicos irá creciendo, a medida que compren parte de las propiedades a terratenientes anglicanos arruinados o éstos opten por invertir en otros sectores económicos (industria e inmuebles urbanos) y en otros países del Imperio.

La superficie de la isla destinada a cultivos se redujo a la mitad en apenas 60 años. La estructura cambió de tal manera que, a principios del s.XX, dos tercios de los campesinos irlandeses poseían sus propias tierras. Fue una silenciosa revolución agrícola que, a la larga, convirtió en propietarios a buena parte de los arrendatarios que permanecieron y consiguieron establecerse de nuevo; eso sí, a costa de millones de vidas humanas. El abandono de la política de división y subarrendameinto de las propiedades supuso también una enorme dificultad en el acceso a un patrimonio propio, retrasando la edad del matrimonio de unos 22-23 años en 1830 hasta los 27-28 de media detectados a finales del siglo.

Ó Gráda calculó que los gastos [7] totales a lo largo del lustro fueron cerca de 16 millones de libras, repartidos más o menos a partes iguales entre el Gobierno británico y lo obtenido de los impuestos irlandeses, además de 1 millón más pagado por los terratenientes y propietarios. Hubo algunos de estos propietarios de tierras que no dudaron en ayudar a los necesitados, repartiendo comida y perdonando las rentas en los años más duros. Otros, como ya comentamos antes, llegaron a pagarles el pasaje hacia Norteamérica a sus renteros (se cifra en un 3 % de los emigrantes como beneficiarios de esta medida). Es difícil determinar si les movía la voluntad de ofrecerles una oportunidad lejos de Irlanda o el hecho de quitarse de en medio un estorbo que incurría en deudas y además pedía comida. Habría de todo, supongo.

Desde el punto de vista político, la Gran Hambruna tuvo una importancia vital al convertirse en uno de los motivos reivindicativos más vívidos de la independencia irlandesa, mostrándose como ejemplo del desprecio y la indiferencia de Inglaterra. En 1858 James Stephens fundó en Irlanda la Hermandad Republicana Irlandesa (IRB), mientras John O'Mahony hacía lo propio en Norteamérica con la Hermandad de los Fenianos. Ambos grupos asumieron que la única forma de conseguir la independencia era mediante la lucha armada hasta que Inglaterra se viera obligada a aceptarla. Mantuvieron vivo el espíritu de lucha entre los emigrantes, con recogidas de fondos y actos reivindicativos. Entre 1866 y 1871 tuvieron una cierta actividad militar, sobre todo contra Canadá como parte del Imperio británico que era, además de alguna acción aislada en Irlanda y una serie de atentados en Gran Bretaña. El Consejo Militar del IRB será el que, en 1916, encabece las acciones del Levantamiento de Pascua, el paso definitivo hacia la independencia irlandesa. Pero eso es otra historia que ya contaremos.

*****

Una curiosidad, John Fitzgerald Kennedy, 35º presidente de los EE.UU. era bisnieto de uno de esos miles de campesinos irlandeses que en 1849 abandonó la isla.

Para acabar os dejo con The fields of Athenry (versión de Paddy Reilly), una canción sobre un pobre desgraciado que, en medio de la Gran Hambruna, roba comida para alimentar a su familia, es detenido por ello y deportado a Australia. No es un caso real, pero podría haber sucedido fácilmente. Todo un himno en Irlanda, donde suele ser relativamente habitual que los aficionados de las selecciones de rugby y fútbol (tenemos un España-Irlanda del 14 de junio) lo coreen durante los partidos.




Notas

[1] En 1841 sólo el 25 % de las parcelas del oeste de Irlanda tenía una superficie superior a los 5 acres.
[2]Recogido por S. C. Hall (y señora) en su descripción de Irlanda.
[3] En palabras del Conde de Devon, que estuvo al frente de la Comisión que estudió al situación económica de Irlanda en 1843.
[4] De hecho la primera solución no se descubriría hasta 40 años más tarde.
[5]Este personaje, que estuvo al frente de la Comisión de Auxilio a Irlanda, dejó perlas como: "(...) the judgement of God sent the calamity to teach the Irish a lesson" o "[the famine is a] mechanism for reducing surplus population". Doble combo de providencialismo y malthusianismo.
[6] Hobsbawm, E. J. (2001) Industria e imperio. Barcelona: Crítica, p.277
[7] Eso respecto a los gastos; los costes, con semejante cifra de muertos, son incalculables.

Fuentes

http://eh.net/encyclopedia/article/ograda.famine [con un buen listado bibliográfico]
Vanhaute, E.; Paping, R. y Ó Gráda, C.: "The European subsistence crisis of 1845–1850: a comparative perspective". XIV International Economic History Congres, Helsinki, 2006.
Ó Gráda, C.: The Great Irish Famine. Cambridge Univ. Press, 1989.
Livi Bacci, M.: Historia mínima de la población mundial. Crítica, 2009. pp.118 y ss.
Sierra, L. A.: Irlanda del Norte. Historia del conflicto. Sílex, 1999. pp.37 y ss.


2 comentarios:

  1. Extraordinario artículo, fácil de leer, de comprender y lleno de datos interesantes. Enhorabuena.

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